PINCHANDO LA MAYOR BURBUJA INMOBILIARIA DE LA HISTORIA

Artículo publicado por José Alberto León Alonso en Diario de Avisos el 30/6/13.

Tensiones de liquidez, desplomes en la Bolsa y tipos disparados en el mercado interbancario. En China se cuece algo que nos recuerda enormemente a los prolegómenos de la crisis crediticia que se gestó en el verano de 2008 en Estados Unidos, y que acabó explotando en octubre de ese mismo año con efectos a escala mundial.

Hace quince años, el Gobierno chino abrió la veda para que los ciudadanos pudieran adquirir su propia vivienda y convertirse en propietarios. Tres lustros después, el resultado son decenas de ciudades fantasma, urbanizaciones vacías y casas cerradas salpicadas por todo el país. Como los chinos lo hacen todo a lo grande, han edificado la mayor burbuja inmobiliaria de la historia. Actualmente la construcción de edificios supone el 25% de la actividad económica del país (en España no pasó del 15% en su momento álgido) y al año se construyen entre 12 y 24 ciudades nuevas. El precio de las viviendas en Pekín multiplica por 23 veces la renta disponible anual, y en Shangai por 16 veces, cuando un ratio superior a 5 ya se considera preocupante. Los precios de las casas en China han subido un 80% en los últimos siete años.

¿Cómo se ha financiado esta burbuja inmobiliaria? A través de una “banca en la sombra” (shadow banking) con vehículos financieros al estilo de las subprime que llevaron a la quiebra a la gran banca norteamericana en 2008. Wealth Management Products (WMP) es el nombre de las subprime chinas. Vayan acostumbrándose a escucharlo porque si las cosas vienen mal dadas se harán tan desgraciadamente populares como las subprime y la prima de riesgo. Se trata de instrumentos financieros de los bancos, que captan dinero y lo prestan pero fuera de su balance y de los canales y la supervisión habituales, con el clásico riesgo de liquidez asociado: los ahorradores han prestado dinero, que habrá que devolver en un plazo determinado, pero la inversión final a la que se ha destinado el dinero no es líquida, es decir, no se puede “vender” en ese momento para recuperar el capital o incluso ha fracasado. Eso por no hablar sobre la proliferación de esquemas piramidales donde los nuevos WMP cubren los intereses y las pérdidas de los WMP anteriores. Forum y Afinsa, pero a lo bestia.

En China han visto las orejas al lobo y han endurecido la regulación de los WMP para forzar a fondos y gestores de patrimonio a reducir el crédito del shadow banking. Han tenido cierto éxito: la creación de WMP se ha frenado, pero como consecuencia han aflorado las tensiones en los mercados donde los bancos se prestan el dinero entre sí. Los tipos del interbancario se están viendo sometidos a una extrema volatilidad e incluso episodios aislados de escasez de liquidez para algún banco. Y un banco sin liquidez se ve condenado a la quiebra.

¿Cuál podría ser el resultado de esta crisis? En el mejor de los casos el pánico se evitaría, pero la burbuja inmobiliaria seguiría existiendo y, como en una olla a presión, o bien se libera poco a poco la presión acumulada de forma controlada, o acabará explotando en el momento menos pensado. La construcción de viviendas representa un 25% de la economía china, y el gigante asiático, con su mercado inmobiliario a la cabeza, es el principal consumidor mundial de materias primas, con entre el 40% y el 60% del consumo mundial de estaño, cobre, acero, níquel, aluminio, zinc, y plomo. Los países cuyo crecimiento económico se basa en la exportación de dichas materias (Australia, Canadá, países latinoamericanos y africanos), verían truncado su crecimiento si esa demanda se frenara. Y el resto de países sufriríamos el encarecimiento de la deuda pública, pues ni los chinos ni los países emergentes podrían seguir financiándola. Este encarecimiento dificultaría la refinanciación de la ingente cantidad de deuda pública generada durante la crisis, y la prima de riesgo volvería a estar presente en nuestras conversaciones diarias, como hasta hace poco. Finalmente, el parón inmobiliario costaría a China unos puntos de crecimiento en su PIB, muchos de los préstamos concedidos a los chinos para financiar la compra de su vivienda acabarían por no ser devueltos, lo que podría provocar un estallido social de consecuencias impredecibles en un país con enormes tensiones latentes, y los bancos que han estado ocultando los fallidos con las WMP irían a la quiebra. Eso sí, China tiene 3 billones de dólares en reservas de divisas que podrían ser utilizadas para recapitalizarlos y frenar en seco la extensión de la crisis.

En el peor de los casos, la extensión de la crisis no se podría contener y se generaría un pánico financiero similar al que dio comienzo a la crisis de 2008, de la que todavía no nos hemos recuperado. Lo cierto es que la deuda pública y privada  de los países desarrollados ha pasado entre 1980 y el 2010 del 172% del PIB al 306% (excluyendo la de las entidades financieras), y las dificultades para su devolución a nivel mundial se hacen evidentes. Se acumulan los desequilibrios mundiales en los mercados financieros, inmobiliarios, materias primas y de deuda y, si China explotase, todos ellos aflorarían de golpe con desastrosas consecuencias. La calma imperante hasta hace unas semanas hace difícil creer en esta hipótesis pero, como dijo Rudi Dornbusch, “en economía, las cosas tardan en ocurrir más tiempo del que esperabas, y luego ocurren mucho más rápido de lo que pensabas”. Por el momento, ya han comenzado los rumores de impago en algunos de los descomunales bancos chinos, dos de los cuales lideran la lista de las mayores empresas del mundo. ¿Hay motivos para al pánico? Es difícil saber el grado de control que tiene el Banco Central de China sobre los eventos de su mercado interbancario. Por un lado, la restricción de liquidez viene en parte autoimpuesta por la nueva política financiera para reducir los riesgos financieros, pero por otro lado también viene dada por la reducción de los flujos de la inversión extranjera y por las pérdidas latentes acumuladas durante la burbuja. Lo preocupante es que todo esto lo debe manejar un Banco Central, como el chino, sin experiencia en otra cosa que en la expansión crediticia. La agencia Fitch opina que la magnitud del crédito desmedido es tan extrema que al país le resultará muy difícil salir incólume de los excesos en los que ha incurrido.

En los últimos días, el Banco Central de China ha salido al paso de los desplomes sufridos por su bolsa de valores, con conato de pánico bursátil incluido, y ha sugerido que no apretará las tuercas a sus entidades financieras y que ofrecerá liquidez para todos. Pero el “rebaño” de inversores está inquieto y no quiero ni pensar en lo que podría suceder si entra en estampida. Los riesgos planetarios son evidentes. Solo cabe esperar y desear que las autoridades chinas sean delicadas pinchando la mayor burbuja inmobiliaria de la historia. No asusten al ganado.

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