Opciones para el Brexit

Artículo publicado por José Alberto León Alonso en El Día el 03/07/16.

El voto en el Reino Unido (RU) favorable a abandonar la Unión Europea (Brexit) abre distintos escenarios posibles para establecer un nuevo marco de relaciones con Europa y el mundo. Lo que va a suceder ahora es toda una incógnita.

Las dudas comienzan ya con el momento en el que el Reino Unido invocará el procedimiento de dos años para abandonar la UE. En estado de shock, el RU es ahora mismo un pollo sin cabeza. Ahora que han decidido marcharse, los británicos no parecen tener mucha prisa por hacerlo realmente e intentar posponerlo hasta finales de 2016, lo que no hace sino incrementar la incomodidad y la incertidumbre.

Pero más tarde o más temprano, el RU y la UE negociarán un acuerdo de salida en el que se barajan básicamente cinco posibilidades que, ordenadas de una mayor a menor integración del RU en la UE, son:

1. El modelo noruego. Noruega no forma parte de la UE, pero sí del Espacio Económico Europeo, que incluye el mercado único y las cuatro grandes libertades (personas, bienes, servicios y capitales). No forma parte ni del euro, ni de la unión aduanera, así que establece sus propias tarifas arancelarias y acuerdos con terceros países. Sin embargo, han de implementar (sin tener voz ni voto) la legislación europea en materia de empleo, protección del consumidor, medio ambiente y competencia, así como contribuir al presupuesto comunitario. Este modelo permite el libre acceso sin controles aduaneros de los productos noruegos a la UE, mientas conserva la soberanía para negociar tratados con terceros países. 

2. El modelo suizo. Suiza y la UE tienen acuerdos bilaterales a la carta (unos 130) por los cuales se establece la libre circulación de bienes y personas entre ambas partes. Suiza contribuye al presupuesto comunitario y se implica en determinadas reglas del mercado interior, aunque no en todas. Sin embargo, cada vez que se modifica la legislación europea ambas partes deben renegociar los acuerdos uno a uno, lo que complica mucho la relación política. 

3. El modelo turco. No hay libre circulación de personas, servicios ni capitales, pero sí de bienes, ya que Turquía está dentro de la unión aduanera, aunque algunos de sus productos pagan un arancel reducido por entrar en la UE. Turquía no puede establecer sus propios aranceles exteriores, e igualmente debe aceptar los acuerdos preferenciales entre la UE y terceros países, pero no contribuye al presupuesto comunitario. 

4. El modelo canadiense. Similar a Turquía, pero sin entrar en la unión aduanera. Elimina los derechos de aduanas a los productos industriales, agrícolas y alimenticios, aunque los mantiene en el resto, así como en los servicios. Canadá mantiene su aduana exterior y no acata los acuerdos preferenciales de la UE con terceros países.

5. El modelo OMC (Organización Mundial del Comercio). Es el escenario rupturista. No habría acuerdo y el RU saldría de la UE en dos años sin opción para negociar ningún tratado o política común. En ese escenario, el RU podría ingresar en la OMC, que establece unas tarifas aduaneras reducidas, unas normas para dirimir conflictos y no prevé la libre circulación de personas. Los productos británicos tendrían que pagar el mismo arancel para exportar a la UE que el resto del mundo.

Un acuerdo “a la noruega” sería un escenario “gatopardiano”, en el que “todo cambiaría para que nada cambiase”. Para los británicos significaría la salvación de la City. Por el contrario, no tendría ni voz ni voto en las instituciones europeas, y debería acatar las decisiones que la UE tomase, además de contribuir al presupuesto comunitario. Sería el modelo que menos modificaría la situación actual y con un menor impacto económico, pero a la postre los partidarios del Brexit no lograrían lo que más los motivaba: el control de la inmigración y no contribuir al presupuesto europeo. Además los británicos tendrían que aceptar lo que los europeos decidieran sobre todo tipo de materias, en lugar de obstaculizarlas o modificarlas como hacían hasta ahora. 

El modelo suizo sería un escenario de integración intermedio, una solución ad hoc para Suiza que bien podría aplicarse al RU. Reduciría la contribución británica al presupuesto comunitario (Suiza paga en torno al 60% que el RU), pero no la eliminaría. Los acuerdos en manufacturas, investigación, agricultura o pensiones serían relativamente fáciles. Pero los acuerdos sobre los servicios y, especialmente, los financieros serían mucho más complicados, y no se alcanzarían hasta después de la salida efectiva. Para el RU exigiría la libre circulación de personas y contribuir al presupuesto comunitario, aunque menos que ahora. Para la UE es difícil de gestionar, por la continua renegociación que exige. De hecho, la UE quiere que Suiza pase al modelo noruego.

El modelo turco o canadiense sería más aceptable para los partidarios del Brexit, pues no implican libre circulación de personas ni aportación al presupuesto comunitario, pero cualquiera de ellos dañaría la City, así como el intercambio de servicios que, recordemos, tienen hoy un mayor peso económico que el de bienes.

Los europeos están divididos sobre qué actitud tomar. La conciliadora nos llevaría a un modelo a caballo entre el suizo y el turco, con acuerdos específicos en los productos menos sensibles y una circulación limitada de personas, esto es, no se aplicaría a los actuales residentes tanto en la UE como en el RU, y se establecería un límite o cupo anual máximo y recíproco. Igualmente se llegarían a acuerdos en materia de pensiones y sanidad, con sus compensaciones económicas. La agresiva es el “out is out” del Presidente de la Comisión, que acabaría con el RU en el modelo OMC o, como mucho, en el canadiense. Sería todo un desbarajuste, tanto para las empresas como para las personas. Lo peor del caso, es que los promotores del Brexit están divididos y no saben lo que quieren ahora que han ganado el referéndum. Así que nos queda un largo periodo de incertidumbre. Lo peor para la economía.

 

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