Las Visiones sobre el Futuro

Artículo publicado por D. José Carlos Francisco en el número de enero de La Gaveta Económica*.

Lo primero que debemos aclarar es qué entendemos (o entiendo) por futuro en este artículo. Normalmente, la gente espera un relato parecido a la ciencia ficción, al estilo de Julio Verne o la “Guerra de las Galaxias”. Otros, menos futuristas, piensan en un futuro más cercano, donde los robots, los sensores, la inteligencia artificial, la biotecnología y la nanotecnología transformen nuestras vidas y ciudades. Digamos que los primeros piensan en centurias y los segundos en una introducción paulatina de tecnologías, cuya combinación irá transformando la sociedad hasta hacerla muy diferente con el transcurso de algunos decenios. Mi futuro doméstico, tiene mucho que ver con la concepción de que el “futuro ya está aquí”. Se basa en tecnologías que existen, fenómenos sociales y movimientos políticos evidentes en el presente, y tendencias más o menos trasparentes que ya han iniciado su camino.

La visión sobre lo que nos espera y sobre todo cómo abordarlo no es homogénea. La psicología de cada persona es diferente. Los optimistas, creen que la tecnología resolverá nuestras limitaciones, como en general ha hecho en el pasado y los pesimistas solo ven riesgos inevitables en la contaminación, la sobrepoblación, la escasez de agua y el deterioro moral, social e institucional. Pero la cuestión relevante es que unos y otros tienen una percepción diferente de cómo deben abordarse los retos y la toma de decisiones, que conforman una sociología específica en las islas, e incluso diferente según de qué isla hablemos. Por ejemplo, la visión sobre la economía en La Palma es muy diferente a Gran Canaria, etc.

Abundan y tienen eco mediático y, por tanto, influencia política algunas ideas instaladas en el ideario común canario, que causan estragos en la dinamización económica y creación de empleo. Algunas ideas no son exclusivas de nuestro ámbito, pero me referiré a ellas por cuanto su extensión y raigambre en nuestro entorno, nos afectan singularmente e impactan en la adaptación necesaria al futuro.

Mientras la vorágine legislativa impere y los mandarines sean los amos supremos de su interpretación práctica, los plazos de los proyectos se alargarán y serán incompatibles con el ciclo corto de la nueva economía. Basta mirar los datos para entender que el stock de leyes y reglamentos, así como su ritmo de crecimiento, son inaceptables e inmanejables. Siempre hay una norma que impide hacer cualquier cosa y aunque haya otra que lo permite, el mandarín siempre utilizará la primera, pues ha aprendido que el “no” es socialmente aceptado y el “sí” sospechoso de oscuros intereses y candidato a acabar en los tribunales penales. En la medida que las nuevas tecnologías requieren de nuevas regulaciones inevitables, se torna más necesaria la máxima de: “por cada ley nueva, dos derogadas”. A su vez, el larguísimo plazo para poner en práctica nuevos proyectos, se volverá cada vez más crítico, pues el ciclo de los negocios inmersos en la nueva economía son mucho más cortos. Nacimiento, crecimiento, mantenimiento y desaparición, constituirán ciclos mucho más estrechos. Se muere antes y se triunfa antes. Con ciclos como los actuales, durante el proceso
de tramitación administrativa que dura cinco, diez y quince años, muchas ideas brillantes se quedarán en el camino.

Otro hecho que limita las perspectivas de futuro, es la concepción de la supremacía de lo público sobre lo privado. Esto se manifiesta en el convencimiento de que las Administraciones Públicas en todos sus niveles y particularmente en los Cabildos, tienen en sus manos la varita mágica para decidir qué hay que hacer, dónde y cómo. Afortunadamente, “La Ley del Suelo” ha supuesto dos hitos importantes, pues suprimió cuatro leyes preexistentes y eliminó la necesidad de los denominados planes insulares territoriales, que conforman un galimatías indescifrable de regulación sectorial y territorial. Debemos comprender que el corsé de la planificación excesiva y pormenorizada, caza mal con un mundo en constante cambio y aceleración.

Por último, desde una perspectiva global, otro mantra impactará en nuestro futuro. La oposición general a las nuevas ideas y proyectos, es una constante muy preocupante para el desarrollo. Una nueva infraestructura pública, un nuevo proyecto privado, siempre tiene una cohorte de opositores con amplio eco social que paraliza el desarrollo, en una suerte de inmovilismo contraproducente.

A pesar de todas las resistencias, el futuro es inevitable y abordará queramos o no nuestras vidas.

 

(*) Este artículo forma parte del nuevo libro del autor, todavía en elaboración.

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