Artículo publicado por José Alberto León Alonso en El Día el 12/06/16.
“Un 28,6% de los españoles está en riesgo de pobreza y exclusión social”, publicaban en sus primeras páginas la mayoría de los periódicos españoles hace menos de un mes. “En España hay 13 millones de pobres”, decían otros. Este dato se obtiene de la Encuesta sobre Condiciones de Vida (ECV) elaborada por el INE y utilizando la metodología AROPE (del inglés, at risk of poverty or social exclusion). ¿Pero de verdad hay 13 millones de personas pobres o en riesgo de serlo en España? Ya les anticipo que, si utilizamos el concepto de pobreza que un ciudadano entiende, va a ser que no. En primer lugar, vamos a definir de lo que hablamos.
“Pobre” según la Real Academia Española (RAE) es aquel “necesitado, que no tiene lo necesario para vivir”. ¿Y qué es lo necesario para vivir? Cualquiera diría que una alimentación sana, una vivienda digna, energía, agua, sanidad y educación. ¿Es eso lo que mide la metodología AROPE? No. La mayor parte de las personas catalogadas por debajo del umbral de la pobreza de acuerdo con esa metodología proviene de tener una renta inferior a un 60% de la renta mediana en España. Es decir, el umbral de pobreza así definido depende de lo que ganen los demás. Raro. En España, en 2015 la renta mediana fue de 13.352 euros y, por lo tanto, el umbral de pobreza se estableció en 8.011 euros, umbral que no alcanzaban el 22,1% de los españoles. Curiosamente, como la renta creció durante 2015, también lo hizo el umbral de pobreza.
No tiene mucho sentido, y menos cuando este índice se utiliza después para realizar comparaciones internacionales. ¿Qué significa que la tasa de pobreza sea semejante en dos países cuyas rentas per cápita son extremadamente dispares? ¿No significará que los más pobres del país más rico tienen mucho más que los de mayor riqueza del país pobre? Un “pobre” en España tiene 20 años más de esperanza de vida y diez veces más renta que un “pobre” en un país de desarrollo medio (no digamos nada de un país subdesarrollado). De hecho, una persona con una renta de 8.000 euros (un poco por debajo del umbral de pobreza en España) se encontraría entre el 10% de las personas con mayor renta del mundo, incluso teniendo en cuenta su capacidad de compra con ella. Eso no es nada, un “pobre” en Suiza está entre el 1% de las personas con mayor renta del mundo. Como indicador de pobreza es un desastre. Lo que sucede es que se están mezclando churras con merinas con esa definición de pobreza. Que un 22,1% de los españoles tenga una renta inferior al 60% de la mediana de lo que nos habla es la desigualdad en la distribución de la renta, no de la pobreza. La distinción es importante porque las medidas adecuadas para reducir la desigualdad no son las mismas que las que reducen la pobreza. La pobreza y la desigualdad son fenómenos distintos, aunque relacionados. En general, una mayor desigualdad suele implicar niveles más elevados de pobreza, pero una sociedad igualitaria puede seguir teniendo elevados índices de pobreza.
¿Cuál sería entonces en España el número de pobres, de personas necesitadas, que no tienen lo necesario para vivir, según la definición de la RAE? El propio INE publica en esa misma encuesta ECV un indicador denominado índice de carencia material severa, que se acerca a lo que cualquiera podría entender por pobreza. Se trata de un índice que se define por la carencia de al menos cuatro conceptos de los nueve que a continuación se enumeran. Una persona presenta carencias materiales severas cuando no puede permitirse: 1º Al menos una semana de vacaciones al año. 2º Una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días. 3º Mantener la vivienda con una temperatura adecuada. 4º Afrontar gastos imprevistos (de 650 euros). 5º Ha tenido retrasos en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal (hipoteca o alquiler, recibos de gas, comunidad…) o en compras a plazos en los últimos 12 meses. 6º Automóvil. 7º Teléfono. 8º Televisor. 9º Lavadora.
Algunos pueden ser discutibles. En mi opinión, no poder irse una semana de vacaciones no implica pobreza, y tener un televisor tampoco me parece una necesidad fundamental, pero creo que el índice se acerca bastante más a lo que estamos buscando. Pues bien, en 2015 en España el 6,4% de la población (algo menos de tres millones de personas) sufría de carencia material severa, es decir sufría de al menos cuatro de esas carencias. No son pocas personas. Al contrario es un número muy elevado, pero tampoco son esos 13 millones que pregonaban los titulares. El máximo se alcanzó un año antes (2014), con un 7,1% de la población y el mínimo en 2007, antes de la crisis, cuando el 3,5% de las personas sufría carencia material severa. Ahondando en el detalle, en 2015 un 2,6% de las personas (1,2 millones) no podía permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días. Eso sí es pobreza. En 2014 este porcentaje era del 3,3% y el mínimo se alcanzó en 2009 con un 2,1% de las personas en esta situación.
El causante principal de la desigualdad en la distribución de la renta en España es el desempleo. El 80% del incremento en la desigualdad en la distribución de la renta durante la crisis en España se debe al aumento del desempleo, así que reduciendo éste, se reduciría la desigualdad en buena medida. Pero el crecimiento solo puede ser favorable a los pobres si las políticas para impulsarlo forman parte de un conjunto integral de medidas para erradicar la pobreza. En España, la pobreza “se hereda” y pasa de padres a hijos. Alguien que ha nacido pobre tiene grandes probabilidades de vivir y morir en la pobreza. Y es ese círculo vicioso es el que hay que romper con medidas específicas. Precisamente el número de hijos y su grado de formación son los factores que más influyen para acabar sumidos en la pobreza. Así pues, si la desigualdad se reducirá conforme mejore el empleo, para reducir la pobreza hacen falta medidas de apoyo a la infancia y de mejora de la formación. Que se apliquen.