Artículo publicado por José Alberto León Alonso en Diario de Avisos el 3/03/13.
Los españoles somos los europeos menos previsores con nuestra jubilación. Sólo el 37% dedicamos recursos a prepararla, frente al 56% de media de los países europeos. Tiene cierto sentido pues, hasta ahora, los jubilados españoles han recibido en torno al 80% de su salario en activo en forma de pensión, cuando la media en los países desarrollados es solo del 42%. Pero esto va a cambiar. La reforma del sistema público de pensiones de 2011 reducirá la futura pensión un 30% de media, y es probable que en un poco tiempo se endurezca aún más, de modo que el futuro será menos generoso que el presente con la cuantía de la pensión que corresponderá a cada persona. Así que los cincuentones españoles deberían esperar que su pensión futura rondase el 60% de su salario en activo, porcentaje que se reduciría al 50% del salario para los cuarentones, y al 40% para los treintañeros. Esto obliga a las personas previsoras a imponerse una disciplina y comenzar a ahorrar durante su vida laboral para garantizarse un nivel de vida aceptable durante la merecida jubilación. Pero si debemos ahorrar durante nuestra vida laboral para complementar nuestra reducida futura pensión pública, las preguntas que uno debe hacerse son: ¿Cuándo comenzar a ahorrar? ¿Cuánta renta actual debemos dedicar al ahorro? ¿Y en qué productos debemos ahorrar?
La respuesta a la primera pregunta es la más sencilla. Debemos comenzar a ahorrar desde que cobremos nuestro primer sueldo. Ya sé que tendemos a vivir el presente como si el futuro no fuese a alcanzarnos nunca, pero cuanto antes comencemos a ahorrar, menos renta habrá que dedicar a esta tarea y más recursos recibiremos cuando nos jubilemos. Así, dedicando la misma cantidad al ahorro durante el doble de tiempo acabaremos recibiendo el triple cuando nos jubilemos. Compensa.
La segunda pregunta (¿Cuánto ahorrar?) está relacionada con cuándo hayamos comenzado a hacerlo. Un ciudadano medio que comience a ahorrar a los 30 años debería guardar alrededor de un 10% de su renta disponible para mantener su nivel de vida tras la jubilación. Si comenzase a ahorrar a los 40 años tendría que reservar cerca de un 15% y si comenzase a los 50 años, un 30% de su renta disponible. Estos datos dejan claro que el impacto sobre la economía individual es mucho más fácil de sobrellevar cuanto antes se comience a ahorrar.
¿En qué productos debemos ahorrar para nuestra jubilación? Actualmente destinamos el 80% de nuestro ahorro al pago de la vivienda habitual, pero ya comenté en un artículo anterior que considerar la adquisición de una vivienda habitual como una buena inversión era una mala idea. Es preferible vivir de alquiler y obligarnos a ahorrar lo que hubiésemos destinado al pago de la hipoteca. Invirtiendo ese ahorro en el producto más seguro, la deuda pública, obtendríamos un 25% más de rentabilidad a largo plazo, e invertido en renta variable más del doble que invirtiendo en ladrillo. Además, ¿Quién renuncia voluntariamente a vivir en su propia casa para venderla y convertir el ahorro acumulado en la vivienda en dinero líquido con el que sobrellevar la vejez?
El producto estrella para la jubilación parece ser el plan de pensiones, que te permite diferir el pago de impuestos por las cantidades invertidas hasta que lo recuperes una vez jubilado, pero aunque es cierto que las aportaciones a planes de pensiones son deducibles fiscalmente, al jubilarse se deben declaran al fisco y generalmente presentan unas comisiones de gestión elevadas y una gestión inadecuada. De hecho, el reciente estudio “Rentabilidad de los Fondos de Pensiones en España 2002-2012”, de Pablo Fernández, concluye que mientras la rentabilidad media anual en los 10 últimos años de la bolsa española fue del 7,9% y la de los bonos del Estado a 10 años del 4,3%, solo 2 de los 573 fondos de pensiones españoles con una antigüedad de 10 años superaron la rentabilidad de la bolsa, y solo 32 fondos la rentabilidad de los bonos del Estado a 10 años.
Existen otra serie de productos específicos para la jubilación, así como no específicos como fondos de inversión, pero en general sus gestores acaban invirtiendo nuestro dinero en renta variable (acciones) o renta fija (deuda del Estado o de empresas) y, otra vez, con no muy buenos resultados. En 2006, Nitzsche, Cuthbertson y O\’Sullivan recopilaron la bibliografía existente sobre la rentabilidad de los fondos de inversión en USA e Inglaterra, y concluyeron que: 1) menos de un 5% de los fondos de inversión en renta variable tienen una rentabilidad superior a los índices bursátiles; 2) los fondos que proporcionan poca rentabilidad a sus partícipes proporcionan poca rentabilidad de forma persistente; 3) las comisiones, los gastos y la rotación de la cartera tienen mucha influencia en la rentabilidad de los fondos; y 4) no parece que la gestión activa mejore la rentabilidad de los fondos.
En conclusión, si no eres un inversor avezado, invierte la parte del ahorro destinado a renta variable en fondos cotizados ETF que replican los índices bursátiles (IBEX35, Eurostock, DAX, S&P, etc.) y de todos ellos en el que tenga menores comisiones. Lo harás mejor que el 95% de los expertos gestores. Y, dado que es muy difícil intentar adelantarse a los índices vendiendo cuanto esté caro y comprando barato, en lugar de hacer grandes desembolsos en un momento concreto, realiza pequeñas aportaciones periódicamente. Así compensarás entre los buenos y malos momentos para comprar. En cuanto a la parte del ahorro destinado a renta fija, compra Bonos del Estado a 10 años. Lo puedes hacer sin comisiones en el Banco de España o por Internet.
¿Y cuál debe entonces ser la composición de nuestro ahorro entre renta fija y variable? Para personas entre 30 y 40 años, todos los ahorros destinados a la jubilación deberían dirigirse hacia productos con mayor riesgo y rentabilidad como la renta variable. A largo plazo, invirtiendo en fondos ligados a índices el riesgo se reduce y la rentabilidad casi se dobla. Entre los 40 y los 50 años debemos comenzar a destinar una parte creciente pero aún minoritaria de nuestro ahorro a la renta fija, más segura pero con menor rentabilidad. Entre un 5% y un 15% del ahorro (creciente con la edad) sería adecuado. Entre los 50 y los 60 años el porcentaje de renta fija debería seguir creciendo hasta alcanzar el 50% de nuestro ahorro a los 60 años. Al jubilarse habrá que ir reduciendo paulatinamente nuestras inversiones en fondos para disfrutar de lo ahorrado, pero tampoco conviene hacerlo de golpe, pues aún podemos esperar disfrutar de la vida durante unos 20 años más de media, y mientras tanto lo ahorrado debe seguir rentando. Y no nos juguemos todos nuestros ahorros en un solo producto por muy fantástico que nos parezca. La seguridad total no existe.
Incluso ahora el 60% de los jubilados dice arrepentirse de no haber ahorrado más durante su vida laboral. Y la pensión futura va a ser menor. Habrá que pensar en cómo asegurar nuestra jubilación.