Artículo publicado por D. José Carlos Francisco en La Gaveta Económica en el número de abril de 2017.
Algunos lectores me preguntan por qué siendo yo un economista profesional, hablo tanto en estas páginas de exceso de legislación, de normas medioambientales, territoriales, y de otros asuntos, que parecen más propios del campo del derecho, en el que se me supone como máximo, la competencia de “abogado de secano”.
La razón es que el funcionamiento de las instituciones públicas, la cantidad y calidad de la legislación, la interpretación de las mismas por el poder judicial y la aplicación de la normativa por los funcionarios, tiene un impacto de primera magnitud en el desarrollo económico y social de los países, regiones y ciudades.
Por ejemplo, muchos proyectos de energías renovables, regasificación, hoteleros, de ocio turístico, etc… tienen resueltas desde hace mucho tiempo las cuestiones económicas fundamentales: la existencia de demanda suficiente y la capacidad para financiar su ejecución. Sin embargo, tras cinco, diez y hasta quince años después, siguen esperando las autorizaciones pertinentes para invertir y crear empleo. De lo que se deduce que el problema no es económico, sino institucional.
En otros artículos he relatado algunas historias verídicas a este respecto, como el caso del escarabajo negro, los mediocres inoperantes activos y los “antis”. En esta ocasión quiero hacerles partícipes de mi experiencia en la tramitación de licencias para poner en marcha nuevos negocios, de la que he inferido mi teoría del expediente administrativo circular (EAC).
Una licencia, suele ser la consecuencia de un proceso de autorizaciones, informes de distintas administraciones y organismos que dan lugar a una habilitación. Obviamente, la licencia de apertura, suele ser la última de las licencias, porque previamente hay otras.
Uno supone que ese proceso es lineal. Es decir, se van superando etapas hasta llegar a la cima de la licencia. En la práctica, lejos de lineal, estamos en Canarias, en presencia de lo que denominamos proceso circular, por cuanto superar una fase, no asegura no tener que retornar a la misma y vuelta a empezar. Es como ese juego de “vuelva a la casilla de salida”, simpático, sino fuera porque muchos empresarios ya han decidido que a ese juego no juegan.
Con este entramado confuso y complejo, la economía canaria ha demostrado que puede generar más de 20.000 empleos por año, cuando el entorno es favorable, hecho que permite reducir el paro paulatinamente, pero nunca a cifras medianamente aceptables. Si queremos volver algún día a tasas de 10-12 por ciento de paro habrá que mejorar el entramado institucional y por ello los economistas nos tenemos que preocupar y mucho de estos asuntos, aparentemente alejados de nuestra “ciencia” económica.