¿Venezuela o Dinamarca?

Artículo publicado por José Alberto León Alonso en El Día el 1/03/15.
Venezuela o Dinamarca. Luis Garicano asegura en su libro que éste es “el dilema de España”. En su opinión, o España se convierte en Venezuela, un país con una estructura productiva anticuada, unas leyes intervencionistas, un Estado ineficaz y unas pocas empresas que medran al calor del amiguismo con los políticos; o en Dinamarca, una economía moderna y flexible, en la que el Estado garantiza un Estado del Bienestar sostenible, la seguridad jurídica y el cumplimiento de las leyes, y en el que las ayudas públicas son un paliativo para salir de una situación de necesidad, y no una forma de vida. Así que no extraña que, en su presentación como economista estrella del partido Ciudadanos, Garicano incluya entre las propuestas económicas de este partido algunas medidas tendentes a lo segundo.

El programa económico lo denominan “el cambio sensato” y eso es lo que parecen sus propuestas. Sensatas y concretas, todo lo contrario que las de algunos vendedores de humo y utópicos que prometen “asaltar el cielo”. En el programa encontramos medidas concretas, con objetivos claros y una filosofía explícita, muy lejos de la habitual demagogia barata e ideas etéreas que otros venden. Solo han presentado sus primeras recetas y únicamente mencionan sus ingredientes principales, sin indicar las cuantías exactas de cada uno, pero la mixtura huele bien y refresca el aroma actual en el anodino, irracional y vulgar debate político-económico español. Garicano admite que \»no tienen soluciones mágicas\» y que sus propuestas se basan en \»las buenas políticas\» que pueden extraerse de las experiencias de otros países, especialmente los del \»norte de Europa\». Rechaza de plano soluciones \»poco realistas o imposibles de financiar, como la renta universal, crear millones de puestos de funcionarios u otros subsidios que llevan a aumentar el endeudamiento y terminan siendo fuente de corrupción\».
El programa apuesta por un contrato laboral único, indefinido y con indemnizaciones crecientes, siguiendo la propuesta de FEDEA que en 2009 el propio Garicano  avaló y firmó. Este contrato único elimina los contratos temporales para las nuevas contrataciones, con indemnizaciones por despido que aumentarían paulatinamente con la antigüedad en la empresa. En otros artículos he tenido ocasión de apoyar esta medida, pues acaba con la dualidad en el mercado laboral, es decir, con el diferente trato que existe entre trabajadores fijos y temporales en términos de protección; facilita la gestión en la contratación, al simplificar en un único contrato la enorme complejidad administrativa laboral actual; y fomenta la igualdad de oportunidades para todos los colectivos, incluidos jóvenes, mujeres e inmigrantes, que son los grandes perjudicados por la actual rotación laboral.
Pero las propuestas más novedosas son tres: el Complemento Salarial Anual Garantizado (CSAG), el Seguro contra el despido y una ley de segunda oportunidad. Junto a ellas, incluye medidas contra el paro de larga duración que, en mi opinión, constituyen la parte más discutible del programa. En lo que resta de artículo, dada la falta de espacio, me centraré exclusivamente en el CSAG por ser la medida más novedosa, aunque también la menos detallada.
Según Ciudadanos, tendrían derecho al CSAG los hogares en los que se hayan obtenido rentas salariales y/o ingresos del trabajo por cuenta propia, pero sin llegar a alcanzar una cuantía mínima anual, que no detallan. Lo recibirían cinco millones de hogares y su coste rondaría los 10.000 millones de euros al año, que se compensarían con la reducción de gastos por desempleo. La idea consiste, por un lado, en ayudar a los trabajadores con bajos ingresos con ingresos adicionales y, por otro, crear un incentivo para incorporar más trabajadores al mercado y sacar a algunos de la economía sumergida. Está diseñado para incentivar y recompensar a quien trabaje, ya que lo reciben sólo aquellos que hayan trabajado en el año fiscal, y lo hace asegurando que no se pierdan ingresos cuando se trabaje más horas o más miembros del hogar logren trabajo.
Aunque no concreta las condiciones de las ayudas, su estructura, coste relativo y beneficiarios guardan un enorme parecido con el modelo americano de las Earned Income Tax Credit (EITC), que funciona muy bien. De ser igual, un hogar sin hijos con ingresos de 12.000 euros anuales recibiría 496 €/año de complemento; con un hijo, 3.305 €/año; con dos, 4.810 €; y con tres, 5.411 €/año. El EITC está bien estudiado por la experiencia americana, y la evidencia apunta que tiene incluso efectos positivos a largo plazo en el bienestar de los hijos de las familias que lo reciben. Allí, en 2013 gracias a este programa 6,2 millones de personas abandonaron la pobreza y el número de niños pobres se redujo un 25%. Igualmente el programa redujo la severidad de la pobreza para 21,6 millones de personas, incluidos 7,8 millones de niños. En Estados Unidos ha sido asimismo la medida más exitosa para reincorporar al empleo a las madres recientes.
Sus promotores aseguran que no tiene nada que ver ni con la renta básica, \»que desincentiva el trabajo\» y cuesta 200.000 millones de euros al año; ni con el salario mínimo, \»que expulsa del mercado a los trabajadores menos cualificados”. El CSGA anima a los trabajadores a trabajar y facilita que el empleo, incluso aunque sea a tiempo parcial, tenga una remuneración digna. Como, además, la mayor parte de las familias beneficiarias se encontrarían en una situación extrema de falta de liquidez, destinarían el complemento salarial al consumo, con efectos inducidos sobre la actividad económica. De hecho, en Estados Unidos el 75% del gasto en las EITC retorna a la economía, lo que no está nada mal. A menudo me he quejado de que nuestros políticos no parecen informarse en la literatura económica sobre el impacto de sus propuestas de política económica. Está claro que Garicano sí que lo hace. Incluso sin compartir todas sus propuestas, bien está que los buenos se impliquen en sacar el país adelante y mejoren el mediocre nivel  de competencia reinante. Falta nos hace.

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