Artículo publicado por José Alberto León Alonso el 29/09/13 en Diario de Avisos.
Aún no hemos salido de la crisis provocada por la última burbuja financiera cuando ya se atisba en el horizonte el estallido de otras. La reacción de las autoridades ante el estallido de una burbuja, “regando” los mercados con dinero barato y abundante con el que algo hay que hacer, asienta los cimientos para otra nueva. ¿Cuál será la próxima?
Ciertos lugares parecen un poco más propensos que otros para originarlas. El mercado de valores es el primer lugar lógico al que mirar, pues tiene un amplio historial de burbujas. Sin embargo, su crecimiento reciente parece deberse más al final del miedo a la depresión que a otra cosa. No se detecta (al menos aún) una contagiosa ola de optimismo bursátil sobre “una nueva época”, sino únicamente una sensación de alivio porque se vislumbra la luz al final del túnel.
En cuanto a la vivienda, en los países desarrollados el recuerdo de la reciente crisis es demasiado reciente como para permitir que se incube en él una nueva burbuja. No obstante, en China y Brasil los precios de la vivienda han experimentado un espectacular auge en los últimos años, y en esos países no hay experiencia reciente de eventos parecidos. Mientras una crisis inmobiliaria en Brasil tendría apenas efectos regionales, el tamaño de China provocaría una crisis a escala mundial pues afectaría a los mercados globales financieros, de bonos y de materias primas. Aunque el Banco Central Chino cuenta con la impagable experiencia de las medidas tomadas en Estados Unidos y Europa para mitigar la crisis financiera e inmobiliaria, el tamaño de su propia burbuja es colosal y difícil de controlar. Así pues, China es un buen candidato para el próximo estallido.
También el mercado de las materias primas es un buen candidato. Primero porque en este mercado sí que el auge de los precios de los productos básicos va acompañado de una fabulación sobre una “nueva época”, típica de toda burbuja. El cambio climático y sus efectos en los precios de los alimentos, el agotamiento de los recursos, así como la necesidad de minerales exóticos indispensables para nuevas tecnologías asociadas a las baterías, teléfonos móviles y redes de transmisión de la información son algunas de las historias contagiosas que fomentan la especulación en estos mercados. La mayoría de las burbujas se forman sobre una base real y juiciosa. En los noventa la caída de la inflación fomentó la burbuja de los bonos. La burbuja tecnológica que estalló en el 2001 se asentaba en la creencia de que las nuevas tecnologías acabarían con los ciclos económicos por los incrementos de productividad. En realidad es la excesiva liquidez canalizada en función de argumentos acertados la que lleva los precios más allá de valores razonables, y si algo sobra en el mundo actualmente es liquidez, pues la “barra libre” de los bancos centrales ha inundado el mundo desarrollado de dinero.
Como resultado, aunque en los últimos meses los precios de las materias primas comienzan a tambalearse, aun así se han encarecido un 150% desde el 2008. En términos históricos, esto no es sorprendente. David Jacks en su artículo “From Boom to Bust: A typology of real commodity prices in the long run” afirma que a largo plazo los precios de las materias primas se mueven en súper-ciclos o ciclos de muy largo período de unos cuarenta años. Desde finales del siglo XIX, éstos han sufrido tres ciclos a largo plazo y la fase ascendente de una cuarta, impulsados principalmente por los cambios en la demanda global. Los picos en el súper-ciclo se alcanzan cada veinte años y ya lo hemos rebasado así que, según Jacks, tras alcanzar el pico comienza ahora una fase bajista en la que se purgan las malas decisiones de inversión y los agentes aprenden a ser más eficientes, mientras el precio desciende hasta que retorna a su tendencia original, más acorde con sus fundamentos económicos. Históricamente, las fases ascendentes de todos los ciclos eran dirigidas por importantes incrementos en la demanda, cada uno desde una fuente diferente. Durante el ciclo actual, el rápido crecimiento económico de China proporcionaba este impulso, ejemplificado por la contribución del país al aumento del consumo mundial de metales. Sin embargo, el crecimiento chino se está desacelerando poniendo en peligro al impulsor de esta senda de crecimiento.
Así pues, ¿cuál será la próxima burbuja que explotará y cuándo lo hará? Nadie lo sabe. Cada burbuja es diferente de la anterior y nadie puede predecir con exactitud ni su formación ni su estallido. Las burbujas son epidemias sociales, alimentadas por algo así como un contagio. Y es tan difícil adivinar la siguiente “exuberancia irracional” de los mercados como la moda que se llevará dentro de cinco años. Sí que es posible detectarla una vez se ha formado pero en ese punto aún falta saber cuándo estallará, para salir justo antes (en su máximo) y poner el dinero en otro sitio. Mi historial de profecías no es muy brillante. Vaticiné el final de la burbuja inmobiliaria en España para el 2002/2003 y acabó detonando en el 2007, y auguré el final del boom económico chino para el 2009, y “aún” sigue creciendo a elevadas tasas. Keynes dijo que “el mercado puede permanecer irracional más tiempo del que usted puede permanecer solvente”, de modo que la irracionalidad latente en las burbujas suele extenderlas más allá de toda lógica, pero acaban estallando.
Mi apuesta personal se basa en un fundamento económico (la teoría de los súper-ciclos de las materias primas de David Jacks) reforzado por una experiencia personal. Dicen que antes del Crack de la bolsa que causó la Gran Depresión de 1929, Rockefeller estaba un día sentado frente a su limpiabotas cuando éste comenzó a comentarle, con gran soltura y subrayando la fortaleza de sus valores, las inversiones que tenía en bolsa. Y daba la casualidad que esas inversiones (aunque no su cuantía) coincidían sustancialmente con las suyas. En aquel momento el industrial tomó la decisión de retirar sus fondos del mercado de valores y evitó la ruina. La moraleja es que cuando todo el mundo especula con los mismos activos que tú, es el momento de retirarse. Viene esto a cuento porque hace no mucho una persona con la que mantenía un trato superficial, al enterarse que era economista, me comentó la considerable inversión que pensaba realizar en la compra de minerales raros, cuya demanda y precio “se va a multiplicar sin ninguna duda” en los próximos años. Huyo como de la quema de inversiones sustentadas en este tipo de comentarios. También hace años me intentaban convencer de las maravillas de invertir en Fórum (ahora quebrada) y de lo “seguro” que era invertir en sellos, cuyo valor crecía sin parar. No digamos nada de la inversión en vivienda. A ninguno de los anteriores logré convencerlos de lo irracional de su comportamiento, tal era su grado de convicción. Así que yo, por si acaso, seguiré el ejemplo de Rockefeller y me alejaré cuanto pueda de los mercados de materias primas. No me vayan a estallar en la cara.