Artículo publicado por José Alberto León en El Día el 21/06/15.
En los años ochenta, Shiller, galardonado con el Nobel de Economía en 2013, mostró que se puede establecer una sencilla regla de inversión con la que es muy probable ganar dinero. Shiller mostró que las decisiones de las personas sobre la inversión responden más a factores emocionales o intuitivos que a un comportamiento racional, pues los inversores se comportan irracionalmente durante las burbujas y las depresiones del ciclo económico, al seguir un comportamiento de rebaño o manada. Decía que en ocasiones los inversores experimentan periodos de “exuberancia irracional”, lo que explica las burbujas. Sesgos psicológicos como el hecho de la gente recuerda más los precios recientes que los antiguos son el combustible de las burbujas. Por eso se extienden pensamientos tan absurdos como el de que “los precios de la vivienda no bajan” y se compran inmuebles a cualquier precio, por alto que sea. Shiller aseguraba ser capaz de detectar burbujas o valores infravalorados.
Basó sus argumentos en gran medida alrededor de su propio indicador, el CAPE (Cyclically Adjusted Price Earnings o ratio precio-beneficios ajustado cíclicamente). En lugar de comparar los precios de las acciones con su beneficio más reciente, como hace el PER (Price Earnings Ratio o ratio precio-beneficio), él los comparó con sus ganancias promedio durante la década anterior, debido a que los beneficios del último año podían ser muy volátiles. Comparando el CAPE en un momento cualquiera con la media histórica se podían detectar valores infravalorados o sobrevalorados. Este indicador revelaba que la bolsa americana antes del año 2000 alcanzaba su máxima sobrevaloración de la historia, y predijo su caída. Es un indicador muy bueno señalando burbujas, momentos de extrema sobrevaloración, pero el problema está en que no indica cuánto tiempo va a durar la sobrevaloración, así que no ayuda a elegir el momento de entrada o salida del mercado. Así que el CAPE no es la piedra filosofal de la inversión. Después de todo, desde el momento en el que Shiller predijo que explotaría la burbuja de los puntocom y el momento en que lo hizo transcurriendo más de cuatro años (de 1996 a 2000) durante los cuales el mercado subió aún un 70% adicional, y los que hicieron caso de esta predicción en 1996 se perdieron una buena ganancia.
¿Qué nos dice el CAPE de los precios actuales en las bolsas? Pues que el CAPE actual de la bolsa americana es de 27,5, un nivel similar al previo a la crisis de las subprime de 2007 (27,3), por debajo de las cifras anteriores al crack de 1929 (32,6) y muy por debajo del crash de las puntocom en 2000 (donde superaba la cifra de 44). El mercado americano supera en un 66% su CAPE medio, que está en 16,61. ¿Significa esto que la bolsa americana caerá un 66% en poco tiempo? Nada de eso. Puede seguir subiendo varios años más y no tiene por qué caer hasta la media sino menos (o más), tal y como ha sucedido en el pasado, pero siempre que el CAPE de los Estados Unidos ha sido superior a 22, el rendimiento real en los 20 años siguientes ha sido negativo. Así que aviso a navegantes para los que hayan invertido en la bolsa americana. La burbuja en la bolsa americana parece clara, pero no se sabe cuándo explotará. Y otro indicador de predicción de burbujas tampoco tranquiliza, ya que las inversiones en bolsa con dinero prestado están en máximos históricos, lo que suele suceder antes de bruscas caídas bursátiles.
Las políticas de tipos cero que se han venido sosteniendo desde los Bancos Centrales del mundo más desarrollado para evitar el colapso de la deuda, han distorsionado por completo el sistema financiero, “obligando” a los inversores a desplazar su dinero a activos de mayor riesgo para obtener rentabilidades atractivas. Por este motivo hemos asistido al rally de las bolsas y a la caída del coste de la deuda más insolvente, provocando situaciones tan absurdas como que España, que estaba al borde de la quiebra hace apenas dos años, cobre por financiarse en los mercados. Esa insostenible situación puede explotar en cualquier momento y con cualquier excusa. ¿Será Grecia la excusa que provocará la salida en manada de los inversores de los activos de riesgo? En el momento de escribir estas líneas se están produciendo las últimas y nada prometedoras reuniones entre ese país y sus acreedores, y la firma de un acuerdo no se puede estirar más allá de fin de mes… como mucho. Pero las probabilidades de un “accidente” no buscado aumentan día tras día. Entre la inexperiencia del gobierno griego, así como sus faroles, errores de cálculo y presiones electorales internas, da la impresión de que se han pasado de frenada en el juego de que el más gallina se aparte antes de la inminente colisión. El gobierno griego parece más preocupado por culpar a Europa de todos sus males (y que sus panaderos y peluqueras se sigan jubilando a los 52 años) que de salvar a su país del suicidio económico. Ante esta situación, los ciudadanos griegos llevan meses optando con buen criterio por sacar sus euros del país (si pueden) o guardarlos en el colchón. Por otro lado, los europeos parecen convencidos de estar preparados para gestionar la quiebra griega si se llegara a presentar, pero en unos mercados sobrevaluados nada hay más peligroso y descontrolado que una estampida de inversores nerviosos.
Esperemos que sepan lo que hacen y que tengan prevista una respuesta firme y rápida si se produce lo peor. Ya se barajan escenarios de un corralito bancario en Grecia al estilo de Chipre, una intervención masiva del Banco Central Europeo en los mercados de deuda e incluso la creación de euroletras y/o eurobonos como respuesta, pero confío que estas medidas estén ya planificadas y decididas, porque si deben ponerse de acuerdo los diecinueve países del euro, me temo que los ñúes habrán arrasado la campiña europea para cuando veamos la fumata blanca.
En fin. Ahora que empezábamos a acostumbrarnos a vivir sin sobresaltos.