Artículo publicado por José Alberto León Alonso en El Día el 15/02/15.
La teoría de juegos es una rama de la economía que estudia las decisiones en las que para que un individuo tenga éxito tiene que tener en cuenta las decisiones tomadas por el resto de los agentes que intervienen en la situación. En teoría de juegos no tenemos que preguntarnos qué vamos a hacer, tenemos que preguntarnos qué vamos a hacer teniendo en cuenta lo que pensamos que harán los demás, que actuarán pensando según crean que van a ser nuestras actuaciones. La teoría de juegos ha sido utilizada en muchas decisiones empresariales, económicas, políticas o incluso para ganar jugando al póker.
La actual confrontación de Grecia con la UE parece un problema típico de la teoría de juegos. El nuevo gobierno griego ha entrado en escena anunciando que no va a buscar una prórroga del actual rescate que expira el 28 de febrero, lo que lo enfrenta directamente con sus acreedores. Si de verdad lo lleva a cabo, su país acabará fuera del euro y con un corralito financiero al estilo argentino para evitar la fuga de capitales, pues sus bancos no pueden sobrevivir sin la ayuda europea. Puede ser el farol típico de la teoría de juegos. El gobierno de Grecia está jugando a una solución en la que Grecia se despeña voluntariamente, pero coloca a la zona euro en dificultades. Es una solución en la que tanto Grecia como la UE pierden, así que parece mejor encontrar una solución cooperativa, en la que ambos bandos ganan más que pierden. Grecia vería suavizadas las condiciones de su rescate, no se vería sometida a la vigilancia de la odiada troika, sino de cada una de las instituciones prestamistas por separado (BCE, FMI y Comisión Europea), lo que no deja de ser un aspecto formal y simbólico, pero continuaría con las reformas que su economía necesita y con la contención del gasto público, de modo que la UE no se enfrentaría a la inestabilidad que generaría la salida de Grecia del euro. Establecida la hipótesis de que tanto el gobierno griego como los gobiernos de la UE buscan lo mejor para Grecia y sus países, de acuerdo con la teoría de juegos, esta parecía ser la solución más probable hasta hace unas semanas y de ahí la tranquilidad de los mercados con la victoria de Syriza en las elecciones griegas.
Sin embargo parece que el nuevo gobierno griego podría estar cometiendo el grave error de buscar la confrontación con Europa, y su estrategia de negociación está siendo contraproducente. Primero presentó un plan que suponía en la práctica el impago de la deuda. Luego rechazó provocadoramente negociar con la troika, cuando las tres instituciones que la componen son claramente más comprensivas con Grecia que Alemania, que ha tomado ahora el timón de las negociaciones. Y posteriormente rechazó la prórroga del actual rescate, cuya extensión por tres meses parecía garantizada simplemente aparentando una postura negociadora conciliadora. Como resultado, han anticipado temerariamente la fecha de retirada del apoyo financiero del BCE para el 28 de febrero. A partir de entonces comenzarán sus problemas.
¿Qué está fallando? Los novatos nuevos gobernantes griegos parecen creer que pueden soslayar los problemas a los que se enfrentan simplemente blandiendo su mandato democrático: Los griegos los han elegido para acabar con el rescate, y la soberanía griega no se discute. En realidad las hipótesis de partida de este particular “juego” son diferentes de las expuestas. Así, si asumimos que el nuevo gobierno de Grecia no actúa guiado por el bienestar de su país, evitando la salida del euro, sino por el bien de su gobierno, que caería si no mantiene su promesa electoral de acabar con la austeridad, incrementando del gasto público del 8% del PIB, entonces la solución más probable no será un nuevo rescate algo más ventajoso, sino el mantenimiento de su soberana decisión…de llevar Grecia a la ruina, pues para la UE está claro que lo único que realmente podría romper el euro es que un país se saltase las reglas y otros lo copiasen. Y es que, puestos a anteponer los intereses partidistas a los del país, ningún líder europeo tiene verdadero interés en ayudar al gobierno griego, porque tendría un coste electoral importante entre sus respectivos votantes y ayudaría a la proliferación de movimientos populistas por toda Europa. Del mismo modo que los votantes griegos han elegido de forma soberana un gobierno que les ha prometido más gasto público con dinero europeo, los votantes europeos, también de forma soberana, rechazan seguir financiando con sus propios impuestos el gasto público de otros países. Es el problema de realizar promesas electorales con el dinero de otros y sin su aprobación.
Grecia insiste en que su deuda es impagable, pero en realidad actualmente las condiciones son tan beneficiosas que incuso con un 70% más de deuda total que España, pagan menos intereses (2,5% de su PIB) que España (3,1% de su PIB) por ella. Lo malo del caso es que Syriza ha hecho bandera electoral de este asunto, cuando lo que realmente aprieta a los griegos es la exigencia de que Grecia registre un superávit presupuestario antes del pago de intereses del 3% del PIB en 2015 y del 4,5 en 2016. Relajar esas exigencias hasta el 1,5-2%, por ejemplo, sería factible, pero si los intereses partidistas en Grecia acaban teniendo más peso que los nacionales e insisten con la reestructuración de la deuda el juego acabará mal, y esta opción va ganando posibilidades con cada nueva declaración del gobierno griego. Si, pese a todo, la sensatez acaba imponiéndose, Syriza terminará por hacer muy poco de lo que ha prometido en la campaña electoral. Seguirá habiendo rescate, condicionalidad y troika pero se llamarán de otra manera. El ajuste fiscal seguirá pero más suave, y las reformas continuarán. Y es que la estrategia antisistema da popularidad y votos, pero no sirve para gobernar.