Artículo publicado por José Miguel González Hernández en el número de febrero de La Gaveta Económica.
No son una moda. Son una imperiosa necesidad. Así de contundente hay que hablar de los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). ¿Y por qué? Porque somos la generación encargada y concienciada en poner solución a muchas vicisitudes que se han ido manifestando con el paso de los años, ya sea por la ausencia aparente de riesgo a la hora de llevar determinada tipología de actuaciones, o bien porque las prioridades eran otras, más basadas en el mero crecimiento en lugar de un proceso paulatino de desarrollo sostenible.
A lo largo y ancho de la historia se ha podido comprobar como la generación de riqueza ha estado inmerso en un proceso de relativa continuidad, no siendo tan pacíficos los procesos de redistribución. Además, el impacto sobre el medio ambiente, sobre las relaciones sociales, sobre la polarización de actividades económicas, hacen que por cada solución haya aparecido más de un problema. Es por ello que, desde Naciones Unidas, en resolución de la Asamblea General del 25 de septiembre de 2015, aprobaron diecisiete Objetivos como parte de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Además de dicho Objetivos, se anunciaron 169 metas.
Los ODS entraron en vigor el 1 de enero de 2016, debiendo guiar las decisiones a nivel país que se adopten durante quince años, implementándolos en las agendas de cada una de las naciones, así como de las regiones que las conforman, entendiendo que los desafíos son diferentes, tanto en intensidad como en relevancia, dado que cada país es el responsable de su propio desarrollo económico y social.
Pero para implementar los ODS es necesario movilizar recursos. Es importante tener en cuenta que también es imprescindible crear capacidad y posibilidades de transferencia para ofrecerle una cierta pauta homogénea en los avances. La financiación pública, tanto regional, nacional como internacional, condicionará la expresión contable de la política económica de cada uno de los niveles de la administración pública. Por otro lado, los diversos integrantes de la esfera privada desempeñan un papel fundamental en su proceso de toma de decisiones, combinando rentabilidades actuales e intertemporales con un proceso de desarrollo sostenible, tanto en el ámbito económico como en el social.
Los ODS tienen la finalidad de poner fin a la pobreza, poner fin al hambre, así como lograr la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible. Por otro lado, se pretende garantizar una vida sana y promover el bienestar del mismo modo que una educación inclusiva y equitativa de calidad con promoción de las oportunidades de aprendizaje permanente. Se plantea el lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres.
El objetivo número seis garantiza la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y su saneamiento, como sucede con el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna. Desde un punto de vista económico, se promueve el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente en los términos defendidos y enunciados por la Organización Internacional de Trabajo.
Parte del crecimiento se obtendría a través de la construcción de infraestructuras resilientes, a través de la promoción de la industrialización inclusiva y sostenible, fomentando la innovación. Pero, como no es solo crecer, sino también redistribuir, se tiene como décimo objetivo el reducir la desigualdad en los países y entre ellos.
El número once se plantea el lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos y seguros, garantizando modalidades de consumo y producción sostenibles. Del mismo modo, se adoptarán medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, así como el conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible.
En los tres últimos objetivos se enuncia la protección, el restablecimiento y la promoción del uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionando sosteniblemente los bosques, luchando contra la desertificación, deteniendo e invirtiendo la degradación de las tierras y la pérdida de biodiversidad. Se promueven las sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitando el acceso a la justicia y construyendo a todos los niveles instituciones eficaces. Por último, se plantea el fortalecimiento de los medios de implementación, así como la revitalización de la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible.
Ahora bien, una vez conocido el objetivo, es necesario evaluar la marcha de las actuaciones. Por ello la utilización de indicadores de seguimiento de calidad, accesibles, oportunos y fiables es otro requisito irremplazable para darle continuidad y potencia a las medidas que ofrecen avance y reorientación a las que muestran algo más de resistencia a la mejora para, en sus propios términos, reafirmar el inquebrantable compromiso de cumplir con los objetivos precisados para transformar el mundo en un lugar mejor de aquí a 2030. Así que, manos a la obra, que queda mucho por hacer y cada vez hay menos tiempo.
José Miguel González Hernández
Director de Consultoría
Corporación 5