Artículo publicado por José Alberto León Alonso en El Día el 03/05/15.
Hay que agradecer a Ciudadanos su labor de impulsor del debate económico. Paralizar el AVE; introducir el Complemento Salarial Anual Garantizado (CSAG), el Seguro contra el despido y la ley de segunda oportunidad; regular la prostitución y la marihuana; una reforma fiscal; e implementar el contrato único son algunas de las propuestas que este partido ha realizado en los últimos 45 días, con un impacto evidente.
El contrato único es tildado por muchos políticos de “ocurrencia teórica”, pero no habrán leído a Keynes cuando dijo que “tras cualquier acción de un político se puede encontrar algo dicho por un intelectual quince años atrás”. Efectivamente, la propuesta original fue realizada por dos de los mejores economistas del mundo: Olivier Blanchard (ahora economista jefe del FMI, antes de MIT) y Jean Tirole (último ganador del Nobel de Economía). Unos ignorantes, como pueden imaginarse. FEDEA adaptó su propuesta al caso español. Consiste en eliminar todos los contratos temporales para crear un único contrato indefinido con indemnizaciones crecientes en función de la antigüedad: de 12 a 20 días para los despidos procedentes o por causa objetiva (creciendo a razón de dos días por año de antigüedad), y de 12 a 33 días para los improcedentes (creciendo a razón de tres días por año). En la práctica, la indemnización por despido comenzaría siendo la misma que en los actuales contratos temporales pero, en lugar de “saltar” abruptamente de los 12 días de indemnización por contrato temporal a los 20-33 días por contrato indefinido, la transición sería más suave y creciente año a año. Los trabajadores contarían con un contrato indefinido desde el principio de la relación laboral, y los empresarios no se enfrentarían con la enorme brecha existente entre el bajo nivel de indemnización de los contratos temporales y el alto nivel de protección de los indefinidos.
Todas las nuevas contrataciones se harían con este contrato indefinido, pero este cambio no afectaría a los contratos existentes, que mantendrían las condiciones del momento en que se convirtieron en indefinidos. Como todos los contratos serían indefinidos se extendería la protección legal a los que ahora tienen contratos temporales. Y con la indemnización creciente en el tiempo, la protección media sería la misma que con el sistema actual, de modo que no se precariza más al conjunto de los trabajadores, pero se eliminaría la dualidad entre trabajadores temporales e indefinidos.
El PP se comprometió a reducir el tipo de contratos existentes de 42 a 4 y acabó creando algunos más, y ahora el PSOE propone tres modalidades laborales: temporal, indefinida y de formación y relevo. Su principal objetivo sería “terminar con los falsos contratos temporales a tiempo parcial que, en realidad, deberían ser fijos”, penalizando el falso empleo parcial con el establecimiento de infracciones en forma de incremento en las cotizaciones sociales. La temporalidad no desaparecería, pero el PSOE rechaza una única modalidad de contrato porque entienden que hay actividades que se hundirían, como la hostelería.
¿Se hundiría la hostelería con un contrato único? Aún nadie me ha explicado por qué. Con el contrato único, un hostelero contrataría a un trabajador durante, pongamos, tres meses para cubrir el verano, y al concluir el periodo vacacional despediría al trabajador pagándole una indemnización de doce días por año trabajado, que es exactamente la misma indemnización a pagar por el contrato temporal de tres meses que mantendría el PSOE. La única diferencia es que, si tras el verano, el empleador deseara mantener en plantilla al trabajador, no haría falta realizar un nuevo contrato (con sus costes administrativos) y el trabajador seguiría acumulando antigüedad. ¿Dónde está el problema?
Este contrato no perjudica las actividades realmente temporales, sino únicamente las falsamente temporales. En realidad los perjudicados son los intermediarios en el mercado laboral: ETTs, gestorías, bufetes especializados en derecho laboral y sindicatos que, con la simplificación contractual y la desaparición de los trabajadores temporales, perderían buena parte de sus ingresos. De hecho para los sindicatos, el modelo de contrato ideal es el que asegure una gran conflictividad y un buen número de pleitos ante los tribunales. No en vano, se embolsan de 100 a 400 euros por trabajador inmerso en un Expediente de Regulación de Empleo, así como un porcentaje que varía entre el 5% y el 15% por la indemnización obtenida por encima de los veinte días por año trabajado. El despido es un negocio para algunos. Así, en el 2009, el año con mayor número de despidos, por estos conceptos los sindicatos ganaron unos 200 millones de euros. No extraña que se opongan a un sistema que aclara, simplifica y reduce intermediarios en las relaciones laborales. Y el PSOE propone devolverles el poder que tenían en la negociación colectiva antes de la crisis. ¡País!
No es un contrato inconstitucional, ni dificulta las actividades estacionales, ni ataca los “derechos adquiridos de los trabajadores”. No es inconstitucional porque diferencia en su indemnización según la procedencia o causalidad del despido. Con la misma antigüedad, un trabajador acogido a este contrato recibirá una mayor indemnización si el despido es improcedente que si no lo es. No perjudica a las actividades genuinamente temporales, pues la indemnización inicial es tan reducida como la actual en los contratos temporales. Ni tampoco afecta a los actuales trabajadores indefinidos, que mantienen su protección, sino solo a los nuevos contratos. Elimina los contratos temporales para que los nuevos empleos que se creen sean indefinidos y no temporales. Los padres conservan su protección y los hijos tienen la posibilidad de llegar a ser como los padres a medida que acumulen antigüedad, lo que ahora no sucede, pues el 40% de los mayores de cuarenta años siguen siendo temporales.
Un contrato indefinido con indemnizaciones crecientes no es la solución mágica para todos los problemas, pero sí que fomenta unas relaciones laborales más duraderas a medio plazo. Y no es ninguna ocurrencia.