Artículo publicado por José Carlos Francisco en el número de marzo de La Gaveta Económica.
Los escritores actuales en general, hacen uso intensivo de las nuevas tecnologías en su actividad, leen libros electrónicos, usan las aplicaciones para resumir, subrayar y anotar, redactan con procesadores de texto de última generación y hacen uso intensivo de internet para la búsqueda de todo tipo de fuentes. Yo no. Todavía leo el noventa por ciento en papel, escribo con los “pilot” ultrafinos y hago notas a mano en unas maravillosas libretas suecas. Raramente uso internet, pero ahora lo he hecho y he introducido “status quo” en el buscador de Google. La primera entrada es una banda británica de rock fundada en Londres en 1962. Obviamente, me refiero al estado de las cosas en un determinado momento, y más concretamente, a como van a cambiar las cosas en Canarias y a los intereses para mantenerlas en máximo tiempo como están ahora.
Probablemente el impulsor del cambio más evidente es el cambio tecnológico o la disrupción tecnológica. Nos parece obvio que internet ha impactado en nuestra vida y en nuestros trabajos. Por ejemplo, los medios de comunicación se han transformado, los periodistas se han readaptado con sufrimiento y la influencia y el poder de los medios escritos ha menguado. El comercio tradicional se está readaptando obligado por la pujanza imparable del comercio electrónico y ello tendrá consecuencias en el precio de los locales comerciales y en los empleos del sector. Habrá menos vendedores pero más repartidores. Las tiendas tendrán problemas, pero el sector del transporte y la logística seguirán fuertes, pero amenazados por los gigantes americanos y chinos.
Por otro lado, existen profesiones y sectores igual de amenazados que los anteriores, pero tratarán de defenderse con la regulación y la influencia política. Por ejemplo, los profesores y los taxistas. Los primeros, tienen a su alcance grandes posibilidades para mejorar la calidad y la eficiencia, que a su vez ponen en riesgo sus propios empleos. La posibilidad de ver clases magistrales en internet de los mejores especialistas del mundo, recibir tutoriales, cursar estudios on-line o compartir las clases de un profesor con alumnos de otras partes del mundo, todos conectados a la vez e interactuando como hacen en Universidades como la Europea, son también un riesgo para los profesores. Además el cambio social deja obsoletas enseñanzas antaño muy dadas, ahora en el ostracismo, pero que el sistema universitario resiste a reconocer, al menos hasta que jubilen los catedráticos y titulares actuales.
Los taxistas están sufriendo la competencia por varios frentes, básicamente por las empresas disruptivas Uber y Cabify. Es un fenómeno mundial como comprobé en Hong Kong y Montevideo en el que coincidí con huelgas de taxi por la entrada de Uber. Afortunadamente, para nuestros taxistas, la escala (masa de clientes) de nuestras ciudades hará muy complicada la entrada de estos competidores y a corto plazo, el tranvía o guagua seguirán siendo amenazas. Pero en el medio plazo, no hay que obviar fórmulas de movilidad alternativa como las que existen en Madrid y otras ciudades, y en el largo plazo, el coche autónomo no es ninguna entelequia. Los taxistas se resistirán y en última instancia tratarán de amortizar sus licencias a cambio de una indemnización.
Precisamente esto, lo lleva haciendo el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife desde hace varios años.
Claro que estos ejemplos no son nuevos. Otros colectivos en el pasado han sufrido las consecuencias de las nuevas tecnologías como el sector portuario, tan importante en las islas. Recuerdo el movimiento de estibadores en los años sesenta y setenta en la Alameda, Los Paragüitas, La Bodega del Loro, La Pila, La Marina y la Marquesina del Puerto. Pero llegó el uso generalizado del contenedor y las grandes grúas que redujeron las necesidades físicas humanas, creando un excedente de mano de obra, que solo el poder sindical ha podido amortiguar. Incluso en los Puertos, una nueva ola de tecnología asociada a la robótica y la inteligencia artificial, volverá a impactar en los empleos. Solo hay que hacer una visita a Singapur y Hong Kong.
Lo que pretendo señalar con los ejemplos anteriores es que el “estado de las cosas” va a cambiar. Que la tecnología va a ser el principal impulsor del cambio y que los grupos de presión, donde los haya, intentaran retrasar el cambio o la intensidad del mismo, al menos hasta que la generación actual se jubile. En cualquier caso, estemos alerta porque muchos expertos creen que el 75 por ciento de las profesiones del futuro no existen o se están creando.