Artículo publicado por José Alberto León en El Día el 31/05/15.
En el libro “Por qué fracasan los países” de Acemoglu y Robinson, los autores concluyen que los países crecen económicamente si son capaces de crear “instituciones inclusivas robustas y bien diseñadas que, en lo político, garanticen la participación y el pluralismo.” De otra manera acaban estancándose, de ahí la importancia económica del análisis de las instituciones. Un ejemplo de institución mal diseñada es el sistema de elección de nuestro Parlamento autonómico, del que se critica, por un lado, la sobrerrepresentación de las islas menores sobre las mayores que lleva a que, por ejemplo, el voto de un herreño “valga” tanto como el de casi diecisiete tinerfeños; y, por otro lado, que un partido político pueda obtener igual o mayor número de diputados autonómicos que otro con un número menor de votos.
Estos hechos cuestionan la representatividad de la Cámara autonómica y afectan a la asignación de los recursos económicos. Si las islas menores están sobrerrepresentadas será electoralmente más rentable realizar en ellas más inversiones y gasto público del que sería eficiente, con el objeto de granjearse las simpatías de los votantes de esas islas y obtener un buen resultado en las elecciones. De hecho, los estudios realizados en Estados Unidos, Brasil, Rusia, Argentina, Japón y Méjico muestran que la desproporción entre el porcentaje de votantes y el de escaños tiene un importante impacto en las leyes y en las inversiones por territorios.
En las elecciones canarias de la pasada semana, las paradojas han sido muy provocadoras. La más llamativa es que un partido (ASG) logró tres escaños con apenas 5.089 votos (el 0,6% del total), mientras que otro (Ciudadanos) no obtuvo ningún escaño con diez veces más votos (53.981 votos, el 5,93% del total). De hecho, fueron seis los partidos que obtuvieron más votos que ASG sin lograr representación parlamentaria alguna. De igual forma, los tres partidos más votados obtienen escaños dispares con porcentajes muy parecidos de votos. Y finalmente, nada menos que 173.000 votos (casi el 20% del total) van directamente a la “basura” al no obtener representación parlamentaria.
Las críticas al sistema electoral se han recrudecido por estos motivos, y no sin razón, argumentando que no se trata de un sistema “justo”. Sin embargo, el Premio Nobel de Economía Kenneth Arrow demostró matemáticamente lo que desde entonces se ha conocido como la Paradoja de Arrow, y es que (expresado en lenguaje no matemático), \»no existe ni puede existir ningún sistema de votación totalmente justo\», ya que unos criterios para ello se contradicen con otros. Si bien esto es cierto, también lo es que unos sistemas electorales son más justos que otros, puesto que algunos cumplen cuatro de los cinco criterios establecidos por Arrow, mientras que el canario apenas cumple uno. Lo cierto es que si calculamos para Canarias el “índice electoral de desproporción”, la mala proporcionalidad asciende al 33%, esto es, nada menos que el 33% de los escaños en Canarias están asignados a circunscripciones electorales que no los recibirían si no hubiera una desproporción inadecuada. Este índice fue creado por Snyder y Samuels en su trabajo “The Value of a Vote: Malapportionment in Comparative Perspective”, y utilizado para comparar los sistemas electorales de los 78 países democráticos del mundo en 2001. Y el sistema electoral canario resulta ser el más desproporcionado del mundo, superando al peor (Tanzania, con un 26% de desproporción), cuando la desproporción media es del 7% y la de España del 9,6%, por encima de la media pero menos de la tercera parte que la canaria.
Los defensores del actual sistema argumentan que la “triple paridad” (esto es, que la suma de los escaños de las islas menores sea igual que el de las mayores, que los escaños de las dos provincias sean los mismos, y que las islas capitalinas tengan el mismo número de diputados) es intocable por razones de equilibrio territorial y se muestran únicamente dispuestos a reducir el mínimo insular (30% de los votos) y regional (6% de los votos) para acceder al Parlamento. La rebaja del mínimo del 6% regional hubiera permitido por ejemplo la entrada de Ciudadanos en el Parlamento, pero mantendría desequilibrios e incongruencias tales como que en La Palma se eligieran más diputados (7) que en Fuerteventura (6), cuando la población de ésta última es un 28% superior a la de la isla bonita; o que el voto de un herreño “valga” tanto como el de diecisiete tinerfeños. La realidad es que desde el punto de vista de la teoría democrática, la desproporción entre porcentaje de votantes y de escaños viola el principio democrático de “una persona, un voto”.
De mantener las circunscripciones insulares, lo más sencillo sería asignar los escaños por isla en función de la población, con un mínimo de un escaño por isla. De esa forma, El Hierro tendría un escaño; La Gomera, 2; La Palma, 3; Fuerteventura, 4; Lanzarote, 5; Gran Canaria, 22; y Tenerife, 23. El índice electoral de desproporción canario se reduciría al 7,7%, en la media de los países democráticos y por debajo del nacional.
De establecer un contrapeso territorial para evitar un improbable gobierno “de las islas mayores contra las menores”, sería posible introducir un sistema de doble mayoría que obligara a que cualquier votación requiriese la aprobación de la mayoría de diputados y de islas, contando los votos de los diputados isla a isla, e introduciendo así un factor de representación territorial (propio de una segunda cámara como el Senado) en el Parlamento de Canarias. Seguiría el ejemplo de la doble mayoría (más del 50% de los votos y de los estados) requerida para cambios constitucionales en Australia, Canadá, Suiza y Estados Unidos; así como en el Consejo Europeo, que exige el voto del 55% de los estados y del 65% de la población.
Lo que no tiene sentido es mantener la actual situación, que genera un profundo malestar ciudadano. Si una de las quejas del 15-M, al grito de “no nos representan”, era que el sistema electoral nacional no representaba adecuadamente a los ciudadanos, ¿qué podemos decir del canario, el más desproporcionado del mundo?